Los últimos druidas::España
Minas de oro
CELSO PEYROUX
O fueron un potosí de metales preciosos pero, por estos valles, las minas de carbón y de hierro habían cambiado parte de la sociedad durante los últimos años del siglo XIX y los dos tercios de la pasada centuria. Hasta su cierre y posterior desmantelamiento habían generado riqueza a un precio muy alto para trabajadores, vecinos y naturaleza. Todo acabó muy mal. Muertes, dolor, luto en medio de un ambiente de crispación y de nervios. Pero, como todo en la vida, fue un ciclo que se abrió y se cerró con tantas heridas como las que se va dejando el alma en su periplo vital en las zarzamoras del camino.
Veni, vidi, vici fue la frase acuñada -cual césares sin laureles- por quienes llegaron, vieron y vencieron a las ricas capas de carbón, de hierro y más tarde a los caprichosos pliegues donde estaba el oro que generosamente ofrecía la tierra. Sus nombres: Fábrica de Mieres, S. Minas de Teverga, Catalana de Gas, Minas de Somiedo, Minas de Ventana (Ordiz), Carbones del Norte, Río Narcea Gold mines... Amparados por capitales nacionales y extranjeros bajo la dirección y el patronazgo de algunos personajes, en ciertas ocasiones de dudosa interpretación. Porque ya me dirán los epítetos que se pueden atribuir a un empresario leonés -de cuyo nombre no quiero acordarme- cuando llegó al devoniano tevergano cargado de subvenciones y ayudas a las explotaciones mineras. Laboró, de manera ficticia, en los montes de Somoza; emprendió las obras de un pozo plano inacabado y concluyó su más que lamentable periplo cerrando a cal y canto la minería en los valles del Trubia.
¿Y qué decir de las minas a cielo abierto en el puerto de Ventana y en otras explotaciones del concejo de Quirós? ¿Y cuál sería el comentario al espectáculo que dejaron en los lagos somedanos de Saliencia?
Ahora le toca el turno al oro -mas bien aluviones del Narcea- de El Valle y Carlés, el ficticio Dorado de Belmonte y de Salas. Y otras preguntas se hacen necesarias: ¿dónde fueron a parar los 15 millones de ayudas estatales?
¿Dónde la nueva balsa de lodos?
¿Dónde se recolocan los doscientos doce trabajadores?
En la naturaleza no hay ni recompensa ni castigos; quedan para siempre las consecuencias.
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